Consigna 1º Integrador

Para este número de "Relatos del siglo XX" le pedimos elabore un artículo de 6.000 caracteres con al menos tres links internos al blog de la materia y tres links externos a páginas que usted sugiera en el cual construya un relato de algún personaje (obrero/a, estudiante, empresario, político) en un hecho histórico de la primera mitad del siglo XX.
Se evaluará la originalidad del relato en su capacidad de situarlo en su contexto histórico y las relaciones que establezca de los hechos con su vida. Deberá sumar alguna imagen y destacar un párrafo síntesis que destaque el contenido del mismo. No podrá tomar un tema que haya elaborado en su trabajo práctico.
El plazo de presentación es el miércoles 29 de junio a las 12 hs. El mismo se posteara con el mail clave que oportunamente le fue dado.
A su vez, se le pedirá que evalúe un artículo en forma anónima con seudónimo, señalando fortalezas, debilidades y sugerencias de cambios al artículo. Este comentario deberá ser realizado antes del viernes 1 de julio.

miércoles, 29 de junio de 2011

Al final del recorrido... - Sofía Salinas


Mi madre me dijo que me metiera adentro. Yo con ocho años no pude más que obedecerle. Los problemas habían comenzado hacía ya varias semanas. Hacía ya varias semanas que no podía salir al patio de casa a jugar con los otros chicos. Hacía ya varias semanas desde que solo los adultos estaban en el patio. Nosotros no podíamos salir de las minúsculas habitaciones abarrotadas de recuerdos, colchones, ropa y personas. Sí, un espacio no más grande que una sala para 7 personas. Porque éramos un montón. En ese momento no estaba seguro de cuando habíamos llegado ni cuanto tiempo habíamos pasado en la mole gris- así llamábamos a aquel edificio al lado del puerto donde se suponía nos debían alojar por unos días- solo sabía que mis hermanos y mi madre sufrían cada vez que papá salía al corredor del conventillo.
Yo era el más chico, pero creía que sabía que estaba pasando. Cuando vivíamos al otro lado del mundo (como dice la maestra- solo muchos años después entendí a qué se refería-.) a papá lo echaron de su trabajo porque no hacía lo que el zar decía. Así por lo menos me dijo mi hermano mayor que ya tenía edad para trabajar. Tuvimos suerte. Después de años de haber abandonado Polonia pasé los peores meses de mi vida. Incluso más apretados que en esta habitación cerca del río viajamos un mes en medio del olor a personas, comida, mar, podredumbre, enfermedades y hasta animales de corral con tal de llegar a lo que prometía ser un nuevo comienzo. Pero no. Apenas llegamos nos dijeron que ni siquiera en el lugar que se suponía destinado a los miles que llegábamos con lo puesto (nosotros casi no teníamos posesiones, y lo poco que teníamos lo vendimos) estaba disponible. Angustiado, con mi familia y un mínimo conocimiento del idioma que me había enseñado un español simpatiquísimo y la poca plata que nos dieron cuando entramos al puerto, nos sumergimos en la búsqueda de un techo bajo el cual vivir.
Nadie nos había preparado para lo que íbamos a encontrar (http://www.encuentro.gov.ar/gallery/1076.pdf).
Conseguimos una habitación en lo que los argentinos llamaban el barrio de La Boca. Era una casa enorme, pero había tal cantidad de personas dentro que yo desde mi pequeña altura y entendimiento escapaba a comprender cómo era que dormían todos juntos. Cuando teníamos una casa nunca nos faltó nada, pero mis padres vivían con la constante preocupación (y hasta yo me daba cuenta) de que nos hicieran algo por ser diferentes, por ser judíos (http://es.wikipedia.org/wiki/Revoluci%C3%B3n_rusa_de_1905). Al llegar al conventillo (luego de llegar me enteré como le decían a estas "casas-pensiones-habitaciones") la cacofonía de voces e idiomas diferentes todos a los gritos me maravilló. Nadie podía reclamar nada. Todos éramos diferentes. Enseguida vi que uno o dos chicos me miraban con curiosidad y preguntaban a sus madres si podían venir a investigar quiénes éramos nosotros y de dónde veníamos. En la simpleza de la niñez nos hicimos amigos al momento; ni el idioma ni la procedencia (Javier era español y Mateo italiano) nos impidió compartir la escuela y las tardes hasta aquella fatídica tarde en la que el recaudador de la renta llegó con la noticia de los aumentos en el alquiler.
Madres, padres, hermanos mayores, tíos, hombres solos, todos aquellos responsables del pago del alquiler salieron a protestar al patio. Nosotros nos escondimos detrás de la puerta de la cocina tratando de escuchar algo en aquella trifulca de voces que se estaba desarrollando en el único espacio de la casona desde el cual se habría podido ver un trozo de cielo de no estar atravesado por múltiples sogas y tendederos de ropa que iban de balcón a balcón. Al final los mayores consiguieron echar del conventillo al hombrecillo aquel que no nos dejó sin antes avisar que vendrían las autoridades, que no nos saldríamos con la nuestra, que nos iban a dejar de patas en la calle y encima, que nos iban a devolver a nuestros respectivos agujeros anarquistas y socialistas (palabras textuales del malhablado ése que olímpicamente ignoraba las situaciones de los países de donde proveníamos). Los ánimos estaban por el suelo, la vida se había vuelto gris de tanto que los adultos contagiaron a los niños con los problemas que todos teníamos... Lo que en su momento pareció la salida del sol en ese panorama negro llegó con un jovencito, un tal Miguel, que proclamaba que debíamos dejar de pagar el alquiler en forma de protesta. A esa altura del conflicto (por así decirle) nos habíamos enterado que los aumentos habían sido generales e implacables en todos los conventillos de la zona en incluso en el interior de la provincia. La propuesta tuvo una adhesión impresionante. Todos los días escuchaba a mis padres hablar preocupados sobre como iba a resultar esto para todos; los días anteriores se había esparcido la noticia de los intentos de desalojo que habían terminado en luchas con la policía en los conventillos de barrios aledaños y nosotros nos preguntábamos cuando empezarían a llegar las órdenes de desahucio (http://es.wikipedia.org/wiki/Huelga_de_inquilinos_de_1907).
Luego de lo que pareció una eternidad de amenazas, protestas callejeras, y tres meses de huelga sin cumplir con el pago del alquiler, la situación había llegado al punto insostenible en el que las protestas empezaron a dejar heridos. El espíritu de lucha se había desgastado. El miedo a que seamos el próximo conventillo en ser intervenido por los uniformados se escurría por las paredes. Las madres no nos dejaban ni volver solos de la escuela. Íbamos siempre acompañados por dos o tres madres que tenían que fijarse antes de entrar al conventillo si todas nuestras cosas (aquellas pocas que todavía conservábamos) seguían allí. Los hombres y mujeres más decididos se organizaban en asambleas en el patio del conventillo y comentaban la situación y qué podíamos hacer para reclamar un alquiler acorde con las condiciones o por lo menos, una mejora de las condiciones habitacionales y de salubridad de las casonas. Un día, cuando llegué de la escuela mi papá nos esperaba con las noticias: habían asesinado a ese niño de oratoria prodigiosa que había alentado la huelga desde su anarquismo empedernido cuando en una manifestación callejera la policía no tuvo compasión y reprimió a diestra y siniestra (o eso fue lo que entendí mientras mi madre me abrazaba con miedo). A la mañana siguiente el conventillo entero estaba levantado en pleno y de luto a punto de salir hacia el funeral del joven Miguel. Javier y yo logramos escabullirnos en la marejada de adultos y seguimos a mis padres desde unos metros más atrás. Cuando estuvimos seguros de que ya no podían mandarnos a casa, nos revelamos ante ellos. Mi madre no paraba de llorar, pero mi padre nos tomó a cada uno con una mano y seguimos caminando los cuatro juntos. La columna se detuvo. Mi padre trataba de ver que ocurría más adelante cuando pasó una vecina del conventillo y haciendo señas nos dijo que nos escapáramos del lugar. Así hicimos. No nos enteramos hasta más tarde la cantidad de heridos de gravedad, presos y deportados (http://www.elhistoriador.com.ar/articulos/movimiento_obrero_hasta_1943/grandes_huelgas.php). Los alquileres subieron. Empecé a lustrar botas. En el patio del conventillo quedaron los juegos. Y nosotros, nosotros seguimos viviendo. 

2 comentarios:

  1. Sofía me agrado mucho el tema que elegiste, muy original. Destaca las partes importantes de la inmigración y los problemas económico-políticos que afrontan los inmigrantes. Muy bien narrado, con una buena utilización de los recursos gramaticales y bien enfocado en el panorama histórico. A su vez muy bien relacionado el cuento con los acontecimientos históricos del momento. El final a elección fue un poco triste en mi opinión, pero realista a su vez. ¡ Felicitaciones fue una lectura realmente satisfactoria!
    Cherry Bomb

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  2. Buen relato, desde la partida hasta el desarrollo de la vida en La Boca. Aprobado.

    Comentario: apropiado al artículo. Aprobado.

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