Historia de dos exilios.
Llegué a Latinoamérica allá por 1909. Viajaba con una compañía teatral con la que hacíamos zarzuelas, nos habían dicho que nuestro arte sería bien recibido en el sur y España era para nosotros un caos. El gobierno liberal había caído y el Partido Conservador, con Antonio Maura a la cabeza, había ganado las elecciones. No podíamos quedarnos, allí no teníamos futuro, nuestra compañía no era lo suficientemente grande como para llegar a gustar a las autoridades y solíamos criticarlas en nuestros espectáculos y recibir amenazas en consecuencia, por lo que decidimos partir.
Desembarcamos en las costas de Uruguay en diciembre, donde había una gran cantidad de inmigrantes europeos como nosotros, por lo que fuimos bien recibidos.
Nuestro espectáculo consistía en una combinación de canto y actuación y nuestro objetivo era hacer reír a nuestro público parodiando cosas de la vida cotidiana. En aquel entonces teníamos dentro de cada presentación una parte en la que se presentaba "La Gaditana", una mascarada que usábamos para salir por las calles a mostrar lo que hacíamos y que el público nos dejara algo de dinero, ya que en nuestras presentaciones nunca recaudábamos mucho.
Durante febrero de 1910, hicimos muchas presentaciones, la gente solía salir a las calles a disfrutar de ese hermoso mes de verano y festejar la llegada del Carnaval. Gracias a esto logré juntar los fondos suficientes para realizar mi sueño: ir a Buenos Aires.
Mi abuelo, Don Héctor, como yo lo llamaba, había viajado de pequeño a Argentina y me había contado historias sobre Bartolomé Mitre y la Guerra de la Triple Alianza. Jamás quiso volver a España, ya que se había enamorado de una mujer muy acomodada en la sociedad, mi abuela. Ella era la sobrina de Domingo Faustino Sarmiento, un hombre de quien mi abuelo hablaba muy mal. Había conocido a Doña Nélida Carrasco, sobrina de Sarmiento, por casualidad, tras acompañar a mi bisabuelo a una reunión. La realidad es que mi bisabuelo era un hombre respetable en España, pero había decidido irse a explorar nuevos horizontes y ver qué sucedía en el resto del mundo. Al igual que yo, primero había recorrido Uruguay, en donde había una guerra civil. Recién llegado y decidido a enterarse de lo que ocurría, mi abuelo comenzó a investigar qué era lo que sucedía en el país y se convirtió en un fiel seguidor de los ideales de José Gervasio Artigas, de ahí su odio a Sarmiento.
Mis abuelos tuvieron un amor efímero y feliz, mientras duró. Cuando quien entonces era presidente de la Argentina, Sarmiento, se enteró de que la hija de una de sus hermanas esperaba una criatura de un "seguidor de aquel traidor", exilió a mi abuelo a España, no sin antes esperar el nacimiento de mi padre para que Don Héctor pudiera llevarlo consigo. En España, mi abuelo siempre me habló de Argentina, por lo que siempre tuve el sueño de volver.
Ahí estaba yo, cumpliendo mi sueño, conociendo Buenos Aires. Corría el Centenario de la Patria y la ciudad estaba de fiesta. Fui a vivir a una pensión muy precaria, pero era para lo único que me daba el poco dinero que había traído de Uruguay. Quería trabajar, pero sinceramente, no sabía hacer otra cosa que hacer reír a la gente, por lo que me dediqué a hacer monólogos o canciones en distintos sitios de la ciudad, quería conocerla. Así conocí a un niño, por el barrio del abasto, hijo de una francesa, un fanático de la opera. Tenía una voz increíble y yo solía sorprenderlo mirando bailar tango. No estoy seguro, pero creo que su nombre era Carlos. Recorrí Buenos Aires de punta a punta y conocí varios españoles que me enseñaron a tocar la guitarra. Ellos
solían ir a pararse a los balcones de las casas de niñas bonitas a gritarles serenatas luego de tomarse unos tragos. Aquellas épocas de mi llegada a Buenos Aires fueron difíciles por mi carencia de dinero, pero muy divertidas.
Todos los días me preguntaba si mi abuela seguiría con vida y qué sería de ella. De cualquier forma no podría acercarme, imaginaba que ella seguiría siendo de la alta sociedad, mientras que yo había renunciado a todo lujo que tenía en España por dedicarme al arte. Sin embargo empecé a trabajar en una fábrica, por lo que mis cantos desaparecieron unos años.
En Buenos Aires en ese momento había dos realidades muy diferentes y marcadas. Las clases altas ostentaban lujos mientras que muchos, entre los cuales me encontraba, trabajábamos en muy malas condiciones y vivíamos en peores.
Me encontraba en el hotel de los inmigrantes, ayudando a unos recién llegados italianos a entender a dónde tenían que ir a vivir pasados sus cinco días en el hotel. Yo hablaba su idioma y tenía un amigo, porteño, que trabajaba allí, por lo que me había pedido ayuda. Cualquier ingreso de dinero me venia bien, así que acepté. Allí fue donde me enteré que había estallado la Primera Guerra Mundial. Los italianos me contaron acerca del caos que era Europa y me preguntaron qué sucedía en Argentina con respecto a la guerra.
- Mis disculpas, pero no estaba enterado de la guerra. Sólo sé que han prometido a los inmigrantes como ustedes un futuro esplendoroso que no encontrarán, lo lamento. – contesté en italiano.
- Mis disculpas, pero no estaba enterado de la guerra. Sólo sé que han prometido a los inmigrantes como ustedes un futuro esplendoroso que no encontrarán, lo lamento. – contesté en italiano.
Sucedía que el enterarme de que había una guerra de inmenso tamaño me ponía triste y más aún, haberme enterado por un murmullo italiano. Pensé en ese momento que era hora de comenzar a dejar de vagar por la ciudad.
Con ayuda de mis amigos callejeros, los que cantaban serenatas interminables a las niñas que los miraban desde sus balcones, y algunos de mis compañeros de la fábrica, conocí gente que pertenecía a la llamada FORA. Comencé a meterme cada vez más en cada lucha. Pasé unos años en interminables debates, hasta que el 7 de enero de 1920 fui a apoyar una huelga de obreros de una metalúrgica. Nunca me arrepentí de haber ido, pero toda mi vida maldije aquel 7 de enero. Recibí un balazo en una pierna por parte de un policía y esto despertó en mi una rabia incontenible. Herido y con una precaria venda, fui al entierro de quienes habían fallecido en aquella huelga. Otra vez corrieron balas pero esta vez ninguna me tocó a mi.
Pasados unos días, rengueaba llegando a mi actual domicilio, creo que hoy en día ese barrio se llama San Telmo, cuando los escuché. Supe perfectamente quiénes eran. Se hacían llamar la Liga Patriótica Argentina. Nunca voy a olvidar aquel día.
Me golpearon hasta dejarme casi inconciente y todo lo que recuerdo después son sus susurros, que hasta hoy repiten en mi cerebro las mismas frases con un marcado acento porteño: "volvete a tu país", "sabemos quién sos", "si te quedás estás muerto". Desperté en un hospital y decidí quedarme en Buenos Aires, pero a semana se me acercó un hombre en la calle a preguntarme si no había sido suficiente.
Volví a España el 15 de enero de 1919. Mi madre había fallecido, mi hermana tenía hijos y mi padre se había vuelto a casar. Me recibieron felices de volver a verme a pesar de que cuando partí a Latinoamérica siguiendo una compañía artística se enojaron mucho conmigo.
Hasta el día de hoy me pregunto si mi abuelo se habría sentido igual de triste que yo en este momento, contando mi historia y mi vivencia en Buenos Aires, esa ciudad que tanto extraño. Ahora que soy viejo y tengo nietos me pregunto si cuando les cuento mis historias y aventuras por las calles de aquella ciudad rioplatense, la imaginan tal cual la imaginaba yo de pequeño, tal cual la conocí, tal cual es.
http://es.wikipedia.org/wiki/Semana_Tr%C3%A1gica_%28Argentina%29
http://elmundoenelsigloveinte.blogspot.com/2011/04/radicalismo-primer-movimiento-historico.html
Profe, disculpe la tardanza, me olvidé de mandarlo antes!
saludos
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Manu: tu relato en si es muy interesante, enfocaste bien al personaje en la época y en el contexto histórico, y tus descripciones son muy precisas. Me metí en el personaje y pude sentir en carne propia la situación. Escribiste de tal forma que lograste transmitir el mensaje.Tu relato tengo que decirte que logró atraparme, se reflejó muy bien en él la situación de los inmigrantes recién llegados a la Argentina en ese momento. Tal vez hubiera mejorado tu relato si incluias mayores descripciones de cómo se trabajaba en las fábricas, y cómo juntó el dinero para volver a España. Sin embargo, te repito, tu relato es muy bueno. También le agregaría mayores descripciones acerca de la situación en España en la que vivió tu personaje.
ResponderEliminarSaludos
Carlos Alberto Tévez
Claro exposición de un inmigrante que tiene que vivir un contexto de exclusión. Aprobado.
ResponderEliminarComentario: Correcto y apropiado. Aprobado.