He vivido una época difícil, en una Argentina difícil. Yo he sido alumno en la Escuela Superior de Guerra y soldado del General José Félix Uriburu, en 1908 y 1922 respectivamente.
Mi vida plenamente militar está conectada directamente con mi pasado; mi padre, un terco hombre con una idea de gobierno con mano fuerte, quien fue Teniente en la campaña del desierto bajo las órdenes de Julio A. Roca; que paradójicamente se casó con mi madre, una mujer que apoyaba a los gobiernos que trabajan por y para él pueblo y sus respectivos habitantes. Así que, de tal palo, tal astilla; desde mis 6 años de edad que mi existencia ronda y respira un aroma plenamente militar, claro está, por decisión de mi padre.
Luego de haber contado un poco de mi biografía, voy a regresar con el primer párrafo, mis andanzas militares tienen un nombre en común, el del General Uriburu. José Félix fue una figura importante para mí, en cuanto a tácticas del ejército, la utilización de las armas y conceptos conectados con la milicia, ha sido un hombre sabio para mi aprendizaje; ahora, desde que comencé a desarrollar una mentalidad adulta, con pensamientos políticos propios, nunca y digo nunca, los he compartido con Uriburu. Mi pensamiento tiene que ver con la democracia social mientras que la idea de Uriburu era plenamente antidemocrática, vivía hablando acerca de una política conservadora, autocrática y autoritaria, donde las medidas debían ser tomadas para el bien de la nación y sólo para el bien de ella. Él siempre nos quiso inculcar éstas ideas, las cuales no compartía en lo más mínimo, además, me sorprendía, ya que él tenía una fuerte participación en La Unión Cívica Radical, siendo uno de los impulsores de este partido en 1890 con el golpe de estado de dicho año, pero bueno, cada cual tiene su forma de pensar más allá del partido que componga, aunque repito, sentía repulsión por aquellos ideales.
Mi participación en el ejército comenzó, como dije más arriba en 1922, en el primer año como presidente para el Marcelo T. de Alvear, que aunque su etapa estuviese marcada por el avance automotor en la Argentina, la explotación petrolera y el crecimiento económico, era considerado un "oligarca revolucionario", llamado de esa manera en aquella época, por su carácter conservador y sobre todo por sus orígenes.
Alvear tuvo, durante casi toda su etapa de gobierno, fuertes contradicciones con Hipólito Yrigoyen, quién era acusado de personalista. Alvear pertenecía al grupo de los "antipersonalistas".
El yrigoyenismo tomaba a los antipersonalistas como conservadores, mientras que los antipersonalistas decían que Yrigoyen violaba las reglas del juego político. Estas disputas siguieron, y lo que fue peor, se trasladaron al Congreso de la Nación, en donde los diputados fieles a Yrigoyen solían obstaculizar las iniciativas del Poder Ejecutivo, ya sea a través de discusiones o retirándose del reciento para evitar dar quórum. En este contexto, el presidente Alvear clausuró por decreto las sesiones extraordinarias, en vista que la actividad legislativa era casi nula.[ Y así siguió este gobierno, cometiendo buenas acciones políticas pero confrontando con el otro sector radical.
M ientras la UCR comenzaba a dividirse casi por completo, a principios de 1926, el Presidente Alvear ponía fin a la carrera militar de Uriburu, ya que éste había alcanzado la edad reglamentaria. El día de su retiro, Uriburu nos dio una extensa y agotadora charla acerca del sentimiento patriótico y el amor al ejército. Pasadas las dos horas de monólogo, José Félix se despidió de todo el pelotón, que contaba con aproximadamente 350 personas, y pidió explícitamente hablar en privado con aproximadamente 60 de nosotros. Nos dijo que habíamos sido de sus mejores soldados y nos llenó de elogios, volvió a hablar del sentimiento hacia la patria y cosas por el estilo; luego sí, se despidió formalmente y se retiró. Paradójicamente, también se terminaba mi vida militar, porque a fines de ese mismo año las propias fuerzas militares decretaron mi culminación, bajo el concepto de que había cumplido con el servicio. Así que, luego de aquel momento, mi vida dio un giro inesperado; ya no tenía padres, los cuales habían fallecido por tuberculosis y tuve que buscarme un trabajo y un hogar. Conseguí un cuarto en el barrio de la Boca, como también un trabajo de limpieza en una cantina del mismo barrio.
Durante mis primeros 2 meses el trabajo me pareció realmente insoportable, y hasta extrañaba mis andanzas militares, pero, una calurosa mañana de marzo del año 1927, un hombre ingresó al bar al cual yo trabajaba. Su nombre era Delfor del Valle, un diputado nacional y ex director del diario La Época. Del Valle era hermano de Aristóbulo del Valle, fundador de la Unión Cívica Radical, muy amigo y parte del grupo más cercano a Hipólito Yrigoyen. Delfor se convirtió rápidamente en amigo mío, ya que conversábamos a diario durante mi horario de trabajo. Fue él quien me introdujo al mundo de la militancia, pero política. Del Valle vivía hablando maravillas de Yrigoyen y pestes del por entonces Presidente Alvear. Durante todo ese año, acompañé a Delfor con la campaña política de Hipólito Yrigoyen, reclutando personas para que se unan a esta rama de la UCR y haciendo campaña junto a otras personas, al grito de Yrigoyen 1928.
Ganamos con el 62%, dijo José Cantilo, otro Yrigoyenista. El brazo más popular y de la mano de Yirigoyen volvería a gobernar la nación.
La segunda presidencia de Hipólito estuvo marcada por diversos acontecimientos, pero el más importante fue la crisis del 29, en Wall Street. El radicalismo dirigido por Yrigoyen no supo responder a las nuevas tendencias socio-político-económicas que la crisis estaba señalando, en un contexto de desintegración de todo un paradigma económico mundial. En el Congreso reinaba el caos, mil voces hablando y gritando al mismo tiempo sin la cantidad suficientes de oídos para escuchar aquellas voces. Las cosas se nos pusieron mucho más oscuras cuando se lo encontró muerto al opositor Lencinas, asesinado por un fanático Yrigoyenista.El año 1930 se inició con otra muerte de un opositor, el del abogado Manuel Ignacio Castellano. El 2 de marzo se realizaron las elecciones parlamentarias, en las que la UCR perdió estrepitosamente en la Ciudad de Buenos Aires, frente a los 100.000 votos obtenidos por el Partido Socialista Independiente, seguidos del Partido Socialista original, con 84.000. Los radicales obtuvieron 83.000. En todo el país, la UCR retrocedió en su caudal electoral, obteniendo 655.000 votos, mientras la oposición alcanzó 695.000.
En plena crisis económica y política, y cuando aún faltaban cuatro años para las elecciones presidenciales, la debilidad de nuestro gobierno se hizo crítica. El radicalismo estaba completamente dividido y el gobierno no tenía diálogo con la oposición.
El hecho más importante y duradero del segundo gobierno de Yrigoyen fue la decisión tomada el 1 de agosto por parte de la empresa petrolera estatal YPF de intervenir en el mercado petrolero para fijar el precio y romper un acuerdo con el gobierno.
Luego de todos éstos sucesos, la fría tarde del 7 de agosto recibí una carta que me conduciría a una muerte segura. Firmada por Agustín P. Justo, la carta era más que clara, se me citaba el día 6 de septiembre en Liniers, para formar parte del movimiento revolucionario para decretar la caída del gobierno radical bajo el mando del General José Féliz Uriburu, y en caso de que me niegue, iba a ser juzgado en un consejo de guerra. Esta carta tenía motivo de los recuerdos que tenía aquel general para con mi persona, y que sería de su agrado que yo participara en su "revolución". Quedé estupefacto, no sabía qué hacer, pero no tenía ninguna opción. Era ir en contra de mi partido político o la muerte, y había tomado uan decisión. Sin comentarle de esto a nadie, me presenté el 6 en Liniers para ponerme bajo las órdenes de Uriburu. Con una gran tristeza que se apoderaba de todo mi cuerpo, avancé junto con el cuerpo de caballería hacia la Plaza de Mayo. Allí, y aproximadamente a las 6 de la tarde, reinó el descontrol. Aviones revolucionarios habían bombardeado el edificio de La Época, dejándolo en llamas, y las tropas bajo el mandato de Uriburu que habían avanzado por Villa Urquiza derrotaron a las tropas nacionales asentadas en Campo de Mayo.
10 soldados y yo escoltamos a Uriburu y Justo a la Casa de Gobierno, donde se encontraba tanto el presidente de la Nación como el vicepresidente. Sólo Uriburu, Justo y yo nos dirigimos al despacho principal, donde efectivamente se encontraba Yrigoyen. Éste estaba sentado, tranquilo, mirando por un ventanal. El reloj marcaba las 19:48, y antes que Uriburu llegase a hablar con Hipólito, largué un grito de guerra y lo golpeé con mi fusil en el hombre derecho, haciéndolo caer al piso. Cuando estaba a punto de disparar sentí una explosión detrás de mí, un calor agudizante en mi espalda, y caí sobre las piernas de Uriburu, que ya se recomponía. Quise tomar mi fusil y dirigirlo hacia el cuerpo de este último, pero otra explosión impactaba sobre mi pecho. Dos disparos de Agustín Justo sobre mí lograron evitar mi asesinato y la salvación de mi partido. Uriburu miró a Yirigoyen y le exigió la renuncia, poniendo fin al gobierno radical.
Nico: Realmente tu trabajo es muy bueno, muy original y con un buen contenido teórico; aunque con algunas cosas que faltaron perfeccionar. Pudiste satisfactoriamente situarlo en ese contexto histórico que elegiste y también esta muy bien relacionado los hechos con la vida del personaje. Otro punto fuerte es que esta adecuadamente situado el relato en el tiempo. En tu narración se encuentran algunas debilidades, uno de ellos es que en la primeros párrafos esta un poco mal redactado, con falta de puntos y comas, y repitiendo algunas palabras; quizás lo que querías decir era interesante pero al no entenderse, tu idea se desmoronaba. Otro punto en contra es que algunos párrafos están un poco aislados, que no se entienden de donde vienen. La idea es excelente y el contenido es muy bueno, la historia es de rápida lectura, lo que la hace más interesante. Una sugerencia puede ser que le pongas alguna imagen sobre el contenido del relato para hacerlo mas atractivo visualmente, así también como un título.
ResponderEliminarFelipe Pigna.
Buen cuento, donde se involucra al protagonista en un proceso histórico. Si bien el momento final del golpe no fue como se describe, da un punto interesante de cierre. (Recomiendo ver el videito que colgué de Pigna en el momento de la caída de Yrigoyen, donde en realidad le quitan el poder a su vicepresidente Martinez, un detalle que no desmerece el trabajo). Aprobado.
ResponderEliminarComentario: Hablando de Pigna..., pero buen aporte. Aprobado.