Consigna 1º Integrador

Para este número de "Relatos del siglo XX" le pedimos elabore un artículo de 6.000 caracteres con al menos tres links internos al blog de la materia y tres links externos a páginas que usted sugiera en el cual construya un relato de algún personaje (obrero/a, estudiante, empresario, político) en un hecho histórico de la primera mitad del siglo XX.
Se evaluará la originalidad del relato en su capacidad de situarlo en su contexto histórico y las relaciones que establezca de los hechos con su vida. Deberá sumar alguna imagen y destacar un párrafo síntesis que destaque el contenido del mismo. No podrá tomar un tema que haya elaborado en su trabajo práctico.
El plazo de presentación es el miércoles 29 de junio a las 12 hs. El mismo se posteara con el mail clave que oportunamente le fue dado.
A su vez, se le pedirá que evalúe un artículo en forma anónima con seudónimo, señalando fortalezas, debilidades y sugerencias de cambios al artículo. Este comentario deberá ser realizado antes del viernes 1 de julio.

jueves, 30 de junio de 2011

Los inicios del verdugo de la humanidad - Martin Klajnberg

Mi nombre es Bergen Keiper. Nací el 25 de marzo de 1905, en Berlin. Cuando tenía 9 años, mi papa, Fernand Keiper, fue enviado a las trincheras a defender al Imperio. Nunca más lo vi. Fui criado por mi madre, quien se ocupo de que no me faltara nada en mis primeros años de vida. Ella se levantaba temprano a la mañana, me llevaba al colegio y se iba a trabajar. Todo transcurrió naturalmente hasta que en 1918 todo comenzó a decaer. Las autoridades nos convencían de que la guerra podía ganarse, aunque mi madre me decía todas las noches que la guerra estaba perdida, que muy malas épocas estaban por llegar. A pesar de mi temprana edad, pude observar la debacle en la que se encontraba nuestro país. Así como mi madre lo predijo sucedió, el país estaba devastado, las familias corrompidas debido a que los hombres, como mi propio padre, se habían ido a la guerra y nunca habían regresado. Dejé de ir al colegio para salir a trabajar a un negocio. Mi madre trabajaba 14 horas al día por unas pocas monedas. Cada día era peor, no había para comer, la gente moría de hambre y estaba desesperada. El Tratado de Versalles firmado en 1919 nos devastó. La economía de nuestro país estaba arruinada. Luego de un año entero de agonía, mi mama se quitó la vida, agobiada a causa de la trágica situación que estábamos padeciendo. Así, a la edad de 15 años, tuve que valerme por mi mismo, en un contexto en el que era muy difícil sobrevivir.
Comencé a trabajar en una obra de construcción impulsada por el Estado para "resurgir de las cenizas" y comenzar de nuevo, en la que formé buenos lazos con algunos de los otros trabajadores, y tuve que convertirme en hombre, levantar pesados ladrillos demás cosas para las que no estaba preparado. Así me fui forjando, aunque la realidad en la que vivíamos seguía siendo devastadora. Hasta que apareció ante mí un destello de esperanza, una vela que iluminó en mi oscuridad y me permitió soñar e imaginarme un futuro mejor para todos: mi amigo Franz me hizo miembro del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán. Allí pudimos unirnos para compartir nuestras penas, luchar por mejores condiciones de vida. Me sentí comprendido y ayudado por todos. Me di cuenta que mi situación era como la del resto, teníamos con cada hombre en ese lugar algo en común: algo por lo que valía la pena luchar, un futuro mejor.
Todo marchaba bien en el partido, y necesitábamos a alguien que nos represente. En 1921 apareció en el partido un hombre carismático que nos hacia creer que había una solución, que podíamos salir adelante. Un hombre magnífico, con mucha voluntad y ganas de trabajar. Se llamaba Adolf Hitler, que había sido anteriormente orador, y ahora se transformaba en nuestro mayor dirigente. Era un visionario, parecía tener todas las respuestas a nuestras preguntas y todas las soluciones a nuestros problemas. De hecho, las tenía. Un hombre admirable en todas sus facetas. Con sus discursos convencía a cualquiera de lo que sea. El partido fue creciendo con fuerza. Debo admitir que yo estaba muy involucrado en el partido. Me llenaba el alma la idea de pertenecer a un grupo en el que me sentía parte, con personas que perseguían los mismos intereses que yo. Así estuve militando durante casi 2 años, hasta 1923. A la edad de 18 años, participé por primera vez en un levantamiento armado, y agarre por primera vez un rifle. Convencidos, intentamos tomar el poder por las armas en el Putsch de Munich. Al ser yo muy joven no entendía mucho de lo que pasaba, y como los planes los realizaban los hombres en el poder yo no sabía lo que estábamos haciendo. Por los pasillos se decía algo del comandante Kahr y de un secuestro, pero las cosas no estaban claras. Así y todo, nosotros seguimos a nuestro líder. Irrumpimos con las armas, todo era un descontrol. Sin embargo, logré escapar con ayuda de mi amigo Franz, y ambos nos ocultamos hasta el amanecer. Hitler fue arrestado y decidí abandonar el partido. La situación prosperaba, continué trabajando en la obra, si bien no se ganaba mucho la situación del país había mejorado.
Una noche en un bar conocí a una chica. Era muy hermosa. Su nombre era Bernadette. Comenzamos a salir, y nos enamoramos. Tras un año de feliz matrimonio, quedó embarazada. En febrero de 1925 nació el pequeño Rolf. En ese momento yo ya había vuelto a afiliarme al partido, reestructurado por el recientemente liberado Hitler. Poco a poco, empecé a ver cosas raras dentro del partido. Ya no nos dejaban participar de todas las reuniones, había algo raro en el ambiente, algo que se podía percibir en el aire. El partido no era el mismo.
En 1929 estalló la crisis mundial, la que Hitler había predicho años anteriores. A través de su gran discurso, se gano el apoyo del pueblo, y nuestro partido (ya reconocido por todos como el Partido Nazi) se perfiló a obtener el poder. Tras muchos años de consolidación, llegamos a superar en número al mismo ejército. En enero de 1933, Hitler asumió como Canciller alemán. Todo marchaba bien, hasta que pude abrir los ojos. Pude divisar lo que se estaba tramando. Desde el interior, pude ver como fue creciendo el odio y el maltrato hacia los judíos. Si bien yo había visto este tipo de conductas a través de los años, decidí hacer oídos sordos. Sin embargo, la situación excedió los límites. Se comenzó a manifestar públicamente este odio, utilizando el poder para "sacarlos del medio". Pude, después de casi 12 años de idolatría, ver el monstruo que era Adolf Hitler. Avergonzado y arrepentido por haber pertenecido a esta masa de hombres sin almas ni escrúpulos, sin respeto al ser humano y a la vida, abandoné el partido y junto a mi esposa y a mis hijos abandoné el país que años mas tarde se convertiría en el escenario de las mas horrendas atrocidades que se cometieron en la historia de la humanidad. Rolf creció en una pacífica Venezuela, lejos de todos los horrores de "mi país". Hoy puedo decir que vi crecer a un monstruo, y me cuesta explicarle a mi hijo cómo pude ser parte de eso alguna vez. Huí siendo un cobarde. Sin embargo, me siento orgulloso de no pertenecer a eso, de no haberme dejado llevar por el pensamiento popular y de poner por delante de los pensamientos de un loco, mis propios principios.


Fuentes

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2 comentarios:

  1. Martín, tu trabajo me pareció muy interesante. La redacción es muy rigurosa y ordenada, dándole al lector la posibilidad de seguir paso a paso la historia. Supiste explicar de manera resumida los pensamientos de aquella época, los hechos históricos están correctamente situados y relacionados con la historia, empezando desde la Primer Guerra Mundial cuando Alemania había quedado devastada por el Tratado de Versalles, luego pasando por su reconstrucción y la llegada del máximo exponente del partido Nazi : Adolf Hitler. Además cabe destacar que hiciste que sea entretenida, y de fácil lectura, su personaje Bergen Keiper, un alemán, que por su tremendo pasado, en una soledad devastadora, ansiaba pertenecer a algo, a medida que fue creciendo, empezó a darse cuenta que no estaba solo, que muchas personas estaban en la misma situación y por lo que me transmitió la historia, fue cuando empezó a conocer realmente lo que era sentirse feliz. A pesar de esto, tenía unos determinados principios, a los que le fue fiel interponiéndolos a los “pensamientos de un loco” y no dejándose llevar por las grandes masas, es un valor que le da a esta historia un toque distintivo. En tanto a las debilidades, siendo sincera mas allá de algunos pequeños detalles de redacción sin importancia, no encontré puntos clave que hagan de esta una mala historia, todo lo contrario, creo que fue un gran trabajo. Snoopy

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  2. Correcto desarrollo histórico de un relato que lo recorre. Mantiene capacidad de descripción y análisis. Aprobado.

    Comentario: buen aporte, incluso destacando la originalidad del trabajo. Aprobado.

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